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viernes, 11 de septiembre de 2009

Y con brotes de mi siembra, de Andrés Rivanera

Se iniciaban los años 70 y Chile se encontraba en un importante proceso de cambios, políticos, de modas y música.

Hacía poco tiempo se había iniciado un movimiento musical que pretendía rescatar las raíces del folklore. Este movimiento fue conocido como "La Nueva Canción Chilena", en donde fulguraron importantes nombres, como Violeta Parra, Isabel Parra, Ángel Parra, Patricio Manns, Rolando Alarcón, Quilapayún, Inti Illimani, Illapu, Cuncumén y Víctor Jara (entre muchos otros).
Este movimiento se contraponía (en cierta forma) al llamado "Neofolklore", que había nacido un poco antes que la nueva canción chilena. En este movimiento se encontraban Los Cuatro Cuartos, Las Cuatro Brujas, Santiago Cuatro (curioso que todos eran "cuatro" o "cuartetos" a veces de más de cuatro integrantes).

Lo importante, sin abanderarse por uno u otro movimiento, es que se produjo un alza enorme de composiciones de excelente calidad musical.

Fue a fines de los años 60 en que un joven actor, cantor y payador llamado Jorge Yáñez hizo irrupción en las tablas con un grupo conocido como "Los Moros", entrando con varios temas que vendieron muchos discos. Siendo tal vez el más recordado la tonada "Y con brotes de mi siembra", poema de Andrés Rivanera, musicalizado por Eugenio Moglia (guitarrista y 2° voz del grupo) e interpretado por Jorge Yáñez con el grupo Los Moros en 1970.

Esta canción es un clasico del folklore chileno... y en aires de fiestas patrias, quiero llevarlos a recordar este excelente tema... les dejo con  el audio de Jorge Yáñez y Los Moros, con "Y con brotes de mi siembra"



Y CON BROTES DE MI SIEMBRA
(Andrés Rivanera)

Por el camino, dormido
en charcos, yuyos y piedras,
donde tu casa y la mía
se secretean por señas
y a una cuadra hablan de cosas
de grietas y de goteras,
anoche pasó la muerte
guapeando en su mula negra,
con poncho de alba y mortaja
y un hueso por lazo y rienda.
Caracoleo en mi ventana
y se detuvo en tu puerta;
se echó a tu marido al anca,
a dos más les corrió penca
y a mí, por poco me agarra
y me lleva de las mechas.

¡ Quién se lo iba a imaginar!
Pensar que una remolienda,
que empezó batida en risas,
iba a cuajarse en tragedia;
que la amistad y el cariño
se irían...a la misma mierda;
que por rencores añejos,
correría sangre fresca,
y en ensalada de tajos,
picaríamos la fiesta.

¡ Buen dar con la polvorita,
bien celosa y traicionera
que estalla cuando se juntan
recuerdos, vino y polleras!

Y más con tu hombre,
que siempre tomó
de la chicha negra;
contigo, que eres como hacha
para formar peloteras,
y conmigo, que aunque nunca
le busco el cuesco a la breva,
cuando me pisan el poncho
le armo un taco a la prudencia.

Ya iba arrancando la noche,
trotando en las cuatro y media.
Del cordero no quedaba
ni una presa para muestra.
El vino había corrido
como para bañar yeguas
y las cantoras, de roncas,
ni aleteaban ya siquiera.

Entonces fue cuando el Chano
se subió a la carretela
y gritó : ¡Ea! ¿ Quiénes se animan
a ir al pueblo a revolverla?
¡ Vamos pues!, dijeron todos,
pero antes, ¡la última cueca!

Y empezaron otra vez
a galopar las vihuelas,
a trillar voz las cantoras,
y a encacharse las parejas.
El finado salió al patio,
quizá p' aliviar la conciencia,
y tú que me andabas de antes
con risitas y con señas,
me agarraste por un ala
y ¡ a la cancha las parejas!
Dimos la vuelta del brazo;
los demás hicieron rueda;
tú te agarraste la falda
hasta mostrar media pierna;
yo tiré al suelo la manta;
hice cantar las espuelas,
y te rondé, como el gallo
el pañuelo en ala y cresta,
en una de punta y taco
zapateada a toda rienda,
con aro en el mismo vaso,
abrazo y rodilla en tierra.

En medio del tamboreo,
la huifa y la sonajera,
ahí no más se nos fue abajo,
de un solo tirón la fiesta.

Llegó el finado y se vino
al bulto como una fiera.
Lo más suave que te dijo
fue un nombre de cuatro letras.
A mí me sacó de un viaje
al corral la parentela
y me amagó con la argolla
del rebenque a la cabeza.

No pudieron sujetarlo:
¡ qué cristiano con más fuerza !
Su entenado pidió cartas;
mi hermano afianzó mi apuesta,
y nos trenzamos los cuatro
a dar por donde cayera.

La cosa desde un comienzo,
se puso hedionda de fea.
Volaron los garabatos,
los platos y las botellas.
Se alborotaron los gallos;
no sé quién pisó la perra,
y el mujerío chillaba
como chancho en la batea.

El finado, fierro en mano,
charqueaba el aire a la ciega.
Un tajo me mordió el hombro;
pelé también mi herramienta,
y...hasta ahí no más me acuerdo,
porque una manta de niebla
me tupió al rojo los ojos,
la memoria y la conciencia.

Y aquí estoy. A lo hecho, pecho
Y que sea lo que Dios quiera.
El que monta en pingo chúcaro,
Que aguante si corcovea.
Harto lo siento por ti,
pero tiraste la piedra,
y aunque ahora escondas la mano,
¿Quién te mandó a hacerme señas,
a bailar sola conmigo
y a mostrar tanto la pierna
sabiendo bien que al finado
siempre le ortigó la idea
de que si se dio en el gusto
y te ganó por las buenas,
se llevó terreno arado
y con brotes de mi siembra?

Tú, de la fiesta al velorio;
yo, al hospital y a la celda...

¡Qué tal!

¿Cuándo me convidai otra vez a bailar cueca?

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