.

En este blog encontraras inquietudes, planteamientos, pensamientos, noticias, curiosidades y una que otra cosa jocosa.
Si deseas hacer comentarios hazlo. Sólo no se publicarán los comentarios abusivos, obscenos, vulgares, odiosos, amenazantes, o que atenten en contra de personas o instituciones.
Los desacuerdos o correcciones al autor son muy bienvenidos... Pero siempre en un marco de respeto.

domingo, 4 de noviembre de 2007

A 100 años de la Matanza de la Escuela Santa María de Iquique

La Matanza de la Escuela Santa María de Iquique fue una masacre ocurrida en Chile el 21 de diciembre de 1907 (periodo presidencial de Pedro Montt), en la que fueron asesinados centenares de obreros del salitre que estaban en huelga, mientras se alojaban en la Escuela Santa Maria en la ciudad de Iquique.

Los obreros de las oficinas salitreras de la región norte de Tarapacá pararon todas sus actividades en las faenas, tras el deseo de conseguir mejoras en sus condiciones de vida y laborales, que eran deplorables.

Más de seis mil de los huelguistas acamparon en la escuela Santa María, mientras seguían llegando más y más obreros de la pampa.

Llegaron órdenes de Santiago para que los manifestantes abandonaran la escuela y regresaran a las salitreras. Los manifestantes se rehusaron, pues intuían que si regresaban a sus labores, sus peticiones serían ignoradas.

El 21 de diciembre, el general Roberto Silva Renard, máxima autoridad militar de Tarapacá, actuó sobre la escuela Santa María con soldados del regimiento O’Higgins y el apoyo de las ametralladoras del crucero Esmeralda.

Se señaló a los dirigentes del comité de trabajadores que si no salían del edificio abrirían fuego contra ellos. Ante la negativa de éstos, el jefe militar ordenó a los soldados disparar. La multitud, desesperada y buscando escapar, se arrojó sobre la tropa y ésta repitió el fuego al que se le añadió el de las ametralladoras. Producto de esta acción murieron 195 personas y quedaron 390 heridos, según datos de Nicolás Palacios, testigo de la matanza.

Curiosamente, hace pocos meses, en el lugar cercano a la fosa común en que se apilaron los cadáveres, fueron hayados los restos de aproximadamente 250 personas, las que tienen una data de muerte de 100 años, lo que contradice el testimonio de Palacios.

Otras fuentes contabilizan 3.600 muertes.

Este año, el viernes 7 de diciembre, se conmemoran 100 años de esa cruel matanza.

A continuación les dejo parte del texto de la Obra musical de Luís Advis, la “Cantata Sta. María” que se hiciera famosa por el popular grupo folklórico Quilapayún. Por medio del relato y la letra de las canciones te invito a conocer este triste y vergonzoso pasaje de nuestra historia.

Al final de las letras de canciones y relatos encontrarás el video de Quilapayún (canción final) y otro video con música de la Cantata Santa María y fotografías de la época en que ocurrieron los hechos.

CANTATA SANTA MARÍA

Si contemplan la pampa y sus rincones
verán las sequedades del silencio,
el suelo sin milagro y Oficinas vacías,
como el último desierto.

Y si observan la pampa y la imaginan
en tiempos de la Industria del Salitre
verán a la mujer y al fogón mustio,
al obrero sin cara, al niño triste.

También verán la choza mortecina,
la vela que alumbraba su carencia,
algunas calaminas por paredes
y por lecho, los sacos y la tierra.

También verán castigos humillantes,
un cepo en que fijaban al obrero
por días y por días contra el sol;
no importa si al final se iba muriendo.

La culpa del obrero, muchas veces,
era el dolor altivo que mostraba.
Rebelión impotente, ¡una insolencia!
La ley del patrón rico es ley sagrada.

También verán el pago que les daban.
Dinero no veían, sólo fichas;
una por cada día trabajado,
y aquélla era cambiada por comida.

¡Cuidado con comprar en otras partes!
De ninguna manera se podía
aunque las cosas fuesen más baratas.
Lo había prohibido la Oficina.

El poder comprador de aquella ficha

había ido bajando con el tiempo
pero el mismo jornal seguían pagando.
Ni por nada del mundo un aumento.

Si contemplan la pampa y sus rincones
verán las sequedades del silencio.
Y si observan la pampa cómo fuera
sentirán, destrozados, los lamentos.

Se había acumulado mucho daño,
mucha pobreza, muchas injusticias;
ya no podían más y las palabras
tuvieron que pedir lo que debían.

A fines de mil novecientos siete
se gestaba la huelga en San Lorenzo
y al mismo tiempo todos escuchaban
un grito que volaba en el desierto.

De una a otra Oficina, como ráfagas,
se oían las protestas del obrero.
De una a otra Oficina, los Señores,
el rostro indiferente o el desprecio.

Qué les puede importar la rebeldía
de los desposeídos, de los parias.
Ya pronto volverán arrepentidos,
el hambre los traerá, cabeza gacha.

¿Qué hacer entonces, qué, si nadie escucha?
Hermano con hermano preguntaban.
Es justo lo pedido y es tan poco
¿tendremos que perder las esperanzas?

Así, con el amor y el sufrimiento
se fueron aunando voluntades,
en un solo lugar comprenderían,
había que bajar al puerto grande.

Del quince al veintiuno,
mes de diciembre,
se hizo el largo viaje
por las pendientes.
Veintiséis mil bajaron
o tal vez más
con silencios gastados
en el Salar.
Iban bajando ansiosos,
iban llegando
los miles de la pampa,
los postergados.
No mendigaban nada,
sólo querían
respuesta a lo pedido,
respuesta limpia.

Algunos en Iquique
los comprendieron
y se unieron a ellos,
eran los Gremios.
Y solidarizaron
los carpinteros,
los de la Maestranza,
los carreteros,
los pintores y sastres,
los jornaleros,
lancheros y albañiles,
los panaderos,
gasfiteres y abastos,
los cargadores.
Gremios de apoyo justo,
de gente pobre.

Los Señores de Iquique
tenían miedo;
era mucho pedir
ver tanto obrero.
El pampino no era
hombre cabal,
podía ser ladrón
o asesinar.
Mientras tanto las casas
eran cerradas,
miraban solamente
tras las ventanas.
El Comercio cerró
también sus puertas,
había que cuidarse
de tanta bestia.
Mejor que los juntaran
en algún sitio,
si andaban por las calles
era un peligro.

El sitio al que los llevaban
era una escuela vacía
y la escuela se llamaba
Santa María.

Dejaron a los obreros,
los dejaron con sonrisas.
Que esperaran les dijeron
sólo unos días.

Los hombres se confiaron,
no les faltaba paciencia
ya que habían esperado
la vida entera.

Siete días esperaron,
pero qué infierno se vuelven
cuando el pan se está jugando
con la muerte.

Obrero siempre es peligro.
Precaverse es necesario.
Así el Estado de Sitio
fue declarado.

El aire trajo un anuncio,
se oía tambor ausente.
Era el día veintiuno
de diciembre.

Nadie diga palabra
que llegará
un noble militar,
un General.
Él sabrá cómo hablarles,
con el cuidado
que trata el caballero
a sus lacayos.
El General ya llega
con mucho boato
y muy bien precavido
con sus soldados.
Las ametralladoras
están dispuestas
y estratégicamente
rodean la escuela.

Desde un balcón les habla
con dignidad.
Esto es lo que les dice
el General
«Que no sirve de nada
tanta comedia.
Que dejen de inventar
tanta miseria.
Que no entienden deberes
son ignorantes.
Que perturban el orden,
que son maleantes.
Que están contra el país,
que son traidores.
Que roban a la patria,
que son ladrones.
Que han violado a mujeres,
que son indignos.
Que han matado a soldados,
son asesinos.
Que es mejor que se vayan
sin protestar
Que aunque pidan y pidan
nada obtendrán.
Vayan saliendo entonces
de ese lugar,
que si no acatan órdenes
lo sentirán».

Desde la escuela, «El Rucio»,
obrero ardiente,
responde sin vacilar
con voz valiente,
«Usted, señor General
no nos entiende.
Seguiremos esperando,
así nos cueste.
Ya no somos animales,
ya no rebaños,
levantaremos la mano,
el puño en alto.
Vamos a dar nuevas fuerzas
con nuestro ejemplo
Y el futuro lo sabrá,
se lo prometo.
Y si quiere amenazar
aquí estoy yo.
Dispárele a este obrero
al corazón».

El General que lo escucha
no ha vacilado,
con rabia y gesto altanero
le ha disparado,
y el primer disparo es orden
para matanza
y así comienza el infierno
con las descargas.

Murieron tres mil seiscientos
uno tras otro.
Tres mil seiscientos
mataron uno tras otro.

La escuela Santa María
vio sangre obrera.
La sangre que conocía
sólo miseria.

Serían tres mil seiscientos
ensordecidos.
Y fueron tres mil seiscientos
enmudecidos.

La escuela Santa María
fue el exterminio
de vida que se moría,
sólo alarido.

Tres mil seiscientas miradas
que se apagaron.
Tres mil seiscientos obreros
asesinados.

Un niño juega en la escuela
Santa María.
Si juega a buscar tesoros
¿qué encontraría?

A los hombres de la pampa
que quisieron protestar
los mataron como perros
porque había que matar.

Las mujeres de la Pampa
se pusieron a llorar
y también las matarían
porque había que matar.

Y a los niños de la Pampa
que miraban, nada más,
también a ellos los mataron
porque había que matar.

¿Dónde están los asesinos
que mataron por matar?

Ustedes que ya escucharon
la historia que se contó
no sigan allí sentados
pensando que ya pasó.
No basta sólo el recuerdo,
el canto no bastará.
No basta sólo el lamento,
miremos la realidad.

Quizás mañana o pasado
o bien, en un tiempo más,
la historia que han escuchado
de nuevo sucederá.

Es Chile un país tan largo,
mil cosas pueden pasar
si es que no nos preparamos
resueltos para luchar.
Tenemos razones puras,
tenemos por qué pelear.
Tenemos las manos duras,
tenemos con qué ganar.

Unámonos como hermanos
que nadie nos vencerá.
Si quieren esclavizarnos,
jamás lo podrán lograr.

La tierra será de todos
también será nuestro el mar.
Justicia habrá para todos
y habrá también libertad.
Luchemos por los derechos
que todos deben tener.
Luchemos por lo que es nuestro,
de nadie más ha de ser.





Video de Quilapayún, canción final de la Cantata Santa María.


Video con música de la obra de Luís Advis.

viernes, 2 de noviembre de 2007

¿Arte Fotográfico?



La verdad es que desde hace tiempo que la elaboración o construcción de una obra de arte se hace cada día más fácil.

La facilidad de acceder a diversos software de edición de imágenes permiten trabajar en pocos minutos una fotografía y convertirla en una obra abstracta.

¿No me creen?

La obra de la anterior fotografía no me tomó más de 10 minutos, usando dos softwares diferentes.

¿Obra?

Mmmmm... no se que tanto... pero tiene un lejano "aire" de Guayasamín o de Botero, incluyendo un grado de abstracción que le da un sentido muy artístico.

¿No les parece?


Pepe

jueves, 1 de noviembre de 2007

"La guerra de los mundos"

"La guerra de los mundos" es una novela de ciencia ficción escrita por Herbert George Wells (H.G. Wells) que fue publicada por primera vez en 1898.

El dibujo que expongo pertenece a la portada del libro en su edición de 1927 (clic aquí o sobre la imagen para verla aumentada).

Herbert George Wells, más conocido como H. G. Wells (1866— 1946), fue un escritor inglés, notable novelista y filósofo británico, famoso por sus novelas de ciencia ficción, de la que es considerado, junto a Julio Verne, uno de sus precursores.

La guerra de los mundos fue una de las primeras novelas en que se desarrolló la idea de un contacto con seres extraterrestres. Fue también la primera novela que narra una invasión extraterrestre a escala mundial.

El 30 de octubre de 1938 el actor, director, guionista y productor de cine estadounidense Orson Welles (1915-1985), junto al Teatro Mercurio y bajo el sello de la CBS, adaptaron el clásico "La guerra de los mundos" a un guión de radio.

El guión de la historia fue una extraordinaria adaptación del libro y fue transmitida por la cadena de radio CBS con resultados que escribieron una de las más increíbles páginas de la historia de la histeria colectiva.

Si. La transmisión no fue escuchada desde el inicio por los auditores, los que sintonizaron la frecuencia varios minutos después y sólo escuchaban un increíble y real relato de numerosos flashes periodísticos que narraban una invasión de seres provenientes del planeta Marte.

El poder de los medios de comunicación, en este caso la Radio, quedó de manifiesto. Miles de norteamericanos de la costa este colapsaron las calles, carreteras y estaciones de policía escapando de la terrible invasión.

Fueron cientos los heridos y contusos víctimas de la histeria provocada por la transmisión.

Hoy, a 69 años de esa histórica transmisión radial, rindo un tributo al gran escritor inglés Herbert George Wells y al estadounidense, gran cineasta, Orson Welles, que llevó al radioteatro esta histórica novela de Ciencia Ficción.

José Córdova García