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viernes, 18 de diciembre de 2009

El riesgo (para todos) de un triunfo a lo Pirro

El texto expuesto es de autoría de Francisco Márquez, quien hace un planteamiento que es una síntesis de conversaciones, ideas e inquietudes de personas que pertenecen al grupo de la "Nueva Mayoría", Concertacionistas y Juntos Podemos. Planteamiento que puede ser una alternativa de profundo interés si se aborda, se planifica y ejecuta en las siguientes 3 semanas.

El riesgo (para todos) de un triunfo a lo Pirro

Opino lo que opino habiendo apoyado a Marco en su opción presidencial; sin por ello considerarme un marquista incondicional, ya que a lo único que me declaro incondicional es a mis valores y a mis principios, y no a persona alguna, que eso quede claro desde el inicio.

Atravesamos una delicada fase, que se inicia luego del triunfo relativo de la opción presidencial de Eduardo Frei en la pasada elección. Y digo relativo, ya que en estricto rigor no se puede hablar de triunfo alguno, pues su 29% lo deja a un difícilmente remontable distancia del 44% de Piñera, y la distancia de Frei con Marco Enríquez-Ominami no supera los 10 puntos; por lo que bien podemos afirmar que a lo menos un tercio de la votación que históricamente había acompañado a la Concertación esta vez ha decidido no extenderle una vez más un voto de confianza a este conglomerado y optó por una opción progresista independiente, la que a pesar del conjunto de críticas a que fue sometido atrajo sin embargo las voluntades y el apoyo de 1,4 millones de votantes.

El haber pasado a segunda vuelta constituye un triunfo relativo para Frei, pero en mi opinión, un triunfo con olor a victoria a lo Pirro para él. Pero afirmo que también para Marco todo este esfuerzo puede constituirse en un triunfo a lo Pirro, lo explico más bajo esto último. Los únicos que sí pueden respirar una pequeña victoria son los comunistas, que con un 2% de votación logran sacar tres diputados, no por doblaje como se suponía, sino superando a su respectivo compañero concertacionista.

Todos podemos encontrar razones para decir que ganamos, y mientras organizamos la administración de la cosecha de nuestras respectivas y parciales victorias, entretanto, por la rendija de nuestra desunión se nos cuela nada menos que Piñera, al cual de no mediar algo anormal o fuera de lógica, le separan tan sólo pocos días para su proclamación de victoria; aún cuando la suma de quienes votaron a cualquiera de las otras tres opciones no derechistas alcanza a un 55%.

“Con un par de victorias más como esta y estaría ya todo perdido”, dicen que habría señalado Pirro, el Rey de Epiro, cuando para vencer, en la antigua Roma, a Marco (nótese el nombre) Valerio Levino en un par de duras batallas perdió buena parte de sus divisiones (más que las que perdió Levino) y a sus mejores generales, debiendo retirarse de Cicilia, siendo finalmente derrotado, a causa de esta sangría, por Curio Dentado.

Así pues, nuestro Curio Dentado chilensis pareciera estar sólo esperando que las desgastadas y debilitadas huestes concertacionistas lleguen al día de la batalla final para derrotarlas previsiblemente.

¿Adonde me encamino con esta reflexión? Sólo a realizar ciertas afirmaciones, o constataciones, que creo es bueno todos procesemos, para meditar y decidir en consecuencia en pocas semanas más. Que nadie diga que nadie lo dijo.

Primero, la Concertación, si no hace la lectura correcta y toma las medidas radicales prontas que el caso merece, se encamina a una segura derrota. No le basta el casi seguro acuerdo con el Partido Comunista para el trasvasije de votos arratistas para lograrlo, ya que el voto de Enríquez Ominami se trasvasijará a votos nulos, otros a la opción de Piñera y otros cuantos, la mitad al menos, optarán en definitiva por la teoría del mal menor. Pero esos porcentajes no serán suficientes para el propósito de derrotar a la derecha; insisto, si no se aprecian medidas radicales prontas y urgentes.

El tema acá, en este punto, es si de verdad queremos que gane la derecha, o nos da lo mismo que así sea; o dicho en otras palabras, si preferimos en este escenario que la Concertación se lleve de una buena vez una derrota que probablemente se merece bien merecida, luego de jugar tantos meses a restar, para que así se reordene el naipe de una buena vez. En este punto creo que tendremos distintos pareceres, al interior de los votantes marquistas y también al interior de los votantes arratistas; muchos de los cuales declaran en estos días que prefieren anular, precipitando así la crisis, y otros que declaran que en este evento optarán responsablemente –aunque con pocas ganas- por el mal menor, contribuyendo así con su voto a evitar que gane la derecha.

Creo que ambas opciones, el voto nulo y el voto por el mal menor, son equivocadas. Y espero no tener que asumir ninguna de ellas, igualmente malas.

Creo, en primer lugar, que es un error garrafal votar nulo, contribuyendo así al seguro triunfo de Piñera, pues quien afirma esa opción está desconociendo el hecho objetivo que el ascenso de la derecha al ejecutivo significa –lejos de lo que piensan los promotores de esta mala idea- un retroceso histórico para las luchas progresistas en Chile. Habremos compartido de este modo el triste privilegio de ser la segunda generación de votantes desde 1958 que permite el ascenso democrático de la derecha. Y cuando afirmo lo anterior, quiero dejar constancia que dicha afirmación no constituye agravio alguno a prácticamente la mitad de la población que cree legítimamente que esa es la opción válida para Chile, entre los cuales tengo distinguidos amigos y también familiares, todo mi respeto para ellos. Nada de ello. Simplemente apunto a que el núcleo medular que acá en Chile expresan el cuerpo de ideas de la derecha no tiene hoy cabida ni legitimidad en el mundo de hoy; no hay país relevante en el mundo de hoy que de espacio y sustento a las doctrinas defendidas por la derecha chilena y menos aún a su peculiar cuerpo valórico que defiende con uñas y dientes; seríamos el pájaro raro de Latinoamérica, seríamos una rareza mundial y objeto de estudio en verdad.

Y que la derecha llegue al poder por sus propios méritos, en el marco no modificado de las reglas que ellos mismos impusieron en dictadura, está bien, que le vamos a hacer, es una decisión democrática del pueblo soberano en última instancia, más allá de las consideraciones del poder desigual del dinero puesto en las campañas, de juicios respecto a responsabilidades históricas no asumidas y otros tantos factores que se podrían mencionar. Que llegue de eso modo, bien. Pero que llegue con la ayuda de mi voto anulado, eso jamás, no quiero asumir la responsabilidad histórica de esa mala decisión; más aún cuando estoy convencido que en ese evento no llega un gobierno de derecha, sino que un ciclo de gobiernos de derecha, que se extenderá al menos por 8 años. No me imagino a la UDI renunciando al derecho histórico que luego de Piñera ahora le toca a ellos; con el poder del dinero, control del parlamento, los medios de comunicación, y más encima el control del ejecutivo en áreas claves, no imagino como evitar aquello.

Creo, en segundo lugar, que es un error también votar por el mal menor. Por simple lógica, ello no será suficiente para parar a Piñera. Significaría además renunciar a todo aquello por lo cual nos dimos a la tarea de levantar una tercera alternativa, distinta a la izquierda clásica atrincherada ya por 20 años en su 5(+/-1)%; y que llevó a 1,4 millones de votantes a dar el paso de apostar a un recambio de la conducción de las fuerzas progresistas. Significaría, en los hechos, renovarle –compromisos más o menos- la línea de crédito a unas cúpulas partidarias concertacionistas que al día de hoy son abucheadas por sus propias huestes; que fueron responsables de una primaria trucha; que objetivamente han desmovilizado a las organizaciones populares, y que creían hasta hoy que bastaba que cada cuatro años nos comunicaran a quien habían elegido para que le fuéramos a votar. Mi voto no está disponible, lo digo con responsabilidad, para que el sólo argumento del mal menor se repita en esta ocasión.

¿Y cómo salir entonces de este túnel aparentemente sin salida? Una primera opción es encaminarme a más de doscientos quilómetros de mi domicilio y concurrir a Carabineros a justificar mi ausencia el día 17; opción que aparte del gasto de bencina que ello implica, la encuentro bastante cobarde.

Una segunda, es hacer política en todos y cada uno de estos días que restan de acá al 17 de enero, y llamar desde mi trinchera a todos quienes tienen poder de decisión e influencia a que hagan lo que hoy tienen que hacer: El 17 de enero a la derecha sólo puede derrotarla una confluencia social y política de todas las fuerzas progresistas y de centro presentes en el Juntos Podemos, la Nueva Mayoría de Marco y la Concertación.

Aún considerando que un 25% de los votantes de Marco se fueran con Piñera, todavía habría espacio para derrotar a la derecha.

Tal afirmación supone una madurez gigante de cada conglomerado, generosidad de todos, mirar el bosque por sobre las ramas, a Chile por sobre los intereses particulares de cada quien, poner por delante a los ciudadanos progresistas que a nuestras respectivas tiendas políticas, pensar en los pobres de este Chile desigual sublimando cada uno de nuestros respectivos intereses.

Supone que la Concertación asuma de una buena vez que perdió esta elección, como ya lo ha dicho Auth, y sincere frente al país que sola no puede enfrentar a la derecha; supone que Arrate de cumplimiento a su oferta ya hecha de sumarse a un pacto; supone también que Marco, sin renunciar a su objetivo estratégico de construcción de una nueva fuerza social y política, de cuerpo concreto a su afirmación hecha en el discurso del pasado domingo en cuanto a que un triunfo de la derecha es un retroceso histórico y, asumiendo su liderazgo de 1,4 millones de progresistas haga entonces lo que tiene que hacer para evitarlo.

Un Frente Nacional Progresista para el 17 de enero. Nuevo programa, síntesis de los tres proyectos, claro que se puede. Nuevo comando, con integración plena de todos, de freistas, de marquistas, de arratistas; una audacia que desconcertaría a la derecha y gatillaría el nervio militante y campañero de todos los hombres y mujeres progresistas de Chile. Un nuevo gobierno integrado, ya no de la Concertación, sino del Frente Nacional Progresista, encabezado por Frei por supuesto, es el nombre que tenemos en la papeleta; un gobierno que se defina a sí mismo como de transición a la democracia plena en el marco del bicentenario, para derribar de una vez los enclaves autoritarios, lo cual será sólo posible con una amplia, masiva y profunda participación popular en todos los territorios.

Un gobierno que se proponga atacar de raíz los problemas que impiden una educación pública de excelencia; que reforme el conjunto del sistema político instando por fin una democracia participativa; que descentralice la toma de decisiones; que asuma una nueva política ambiental, que reconozca e integre los derechos de los pueblos originarios; que fortalezca los derechos laborales, y haga un avance sustancial en los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y que reconozca los derechos de las minorías sexuales; por mencionar una base mínima, que se puede optimizar en una rápida discusión de acuerdo y síntesis de programas.

Es la hora de la audacia, de la valentía, de la sinceridad y también de la generosidad.

Si ello no ocurre, habremos obtenido todos un triunfo a lo Pirro, y tendremos todos tiempo de saborear la derrota, no por cuatro, sino al menos por ocho años, como afirmo más arriba. Si la Concertación no da esos pasos, se encamina a su disolución, si Marco –gran responsable de evitar el triunfo en primera vuelta de Piñera, hay que decirlo- no pone hoy su capital político reconocido por todos, al servicio de Chile evitando así que la derecha asuma el mando del país, su futura organización política nacerá hipotecada por esta omisión.

Que nadie diga que no se dijo. Estas propuestas no son propias ni soy el primero que las plantea, son la síntesis de muchas conversaciones con valiosos compañeros y compañeras de los tres frentes políticos en estos últimos días, en que además he escuchado y leído todo tipo de opiniones. Estas son las mías y adhiero a ellas.



Francisco Márquez
(Ex Comando Marco Enríquez-Ominami)

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